TEORIA DE LA EDUCACIÓN
La educación de la amistad: una aproximación conceptual
Fecha de recepción: 25-II-2008
Fecha de arbitraje: 1-IV-2008
Juan Fernando Sellés
Doctor en Filosofía, Universidad de Navarra, España. Profesor, Departamento de Filosofía, Universidad de Navarra, España. jfselles@unav.es
Resumen
En este trabajo se estudia el método, el tema y la educación de la virtud superior humana: la amistad. Primero, se repasan las tesis fundamentales de los principales pensadores de la historia de la filosofía. Segundo, se indica que el método cognoscitivo adecuado para su estudio no es racional, sino el propio de un hábito innato (la sindéresis o el yo). A continuación se exponen algunas implicaciones noéticas de este enfoque. Se atiende después a los requisitos de la amistad, a sus dos ámbitos primordiales (familia y educación), y se ofrece una tesis sobre la educación de esta virtud.
Palabras clave: filosofía de la educación, formación humana, hábitos y virtudes, educación moral, amistad.
Education in Friendship: A Conceptual Approach
Abstract
This study looks at method, topic and education with respect to the supreme human virtue: friendship. It begins with a review of the fundamental theories put forth by the prominent thinkers in the history of philosophy. Secondly, it indicates the appropriate cognitive method for the study of friendship is not rational, but akin to that of an innate habit (synderesis or the ego). Some of the non-ethical implications of this approach are outlined. The requirements for friendship in its two most important environments (family and education) are discussed, and the author offers a thesis on how to educate students in this virtue.
Key words: Educational philosophy, educating human beings, habits and virtues, moral education, friendship.
A educação da amizade: uma aproximação conceitual
Resumo
Neste artigo estuda-se o método, o tema e a educação da major das virtudes humanas: a amizade. Primeiro, repassam-se as teses dos pensadores mais importantes na história da filosofia. Segundo, sinala-se que o método cognoscitivo apropriado para estudá-la no é racional, mas o de um hábito inato (a sindérese do eu). A seguir, expõem-se algumas implicações noéticas desta abordagem, as características da amizade e seus dois campos principais (família e educação) e se propõe uma tese acerca da educação dessa virtude.
Palavras-chave: filosofia da educação, formação humana, hábitos e virtudes, educação moral, amizade.
Introducción
La amistad es tan antigua como el ser humano y aún más. Con todo, parece un bien escaso no solo a lo largo de la historia de la humanidad, sino también en la del pensamiento occidental, pues en las contadas ocasiones en que la filosofía se ha hecho cargo de esta realidad, se ha limitado a ofrecer unas consignas parcas y repetitivas. En este punto, las últimas décadas parecen constituir una excepción a la filosofía precedente1, aunque no ciertamente a la vivencia de esta realidad humana2.
Lo primero que se debe señalar, tras la lectura de los recientes estudios (fenomenológicos, hermenéuticos, etc.) sobre este tema, es que es un acierto atender a esta realidad, no solo porque hoy esté muy necesitada en todos los ámbitos (familiar, educativo, laboral, etc.) y en todas las edades, sino, sobre todo, porque es una propiedad humana central. Ahora bien, en el modo de tratar este tópico (por ejemplo, en antropología, ética, educación, etc.) se nota —a pesar de los intentos contrarios— falta de sistematicidad3 , porque no se sabe qué lugar ocupa esta virtud entre las demás y, consecuentemente, no se la vincula con otras realidades humanas inferiores y superiores a ella con las que está ineludiblemente unida. Además, por si fuera poco, no sabemos cuál es la instancia cognoscitiva que permite arrojar luz sobre ella, es decir, desconocemos el método cognoscitivo humano apto para comprenderla. Derivado de lo que precede, no sabemos qué método pedagógico emplear para implantarla en nuestra sociedad.
En atención a lo indicado, en este trabajo se intentará dotar de una visión más sistémica a la amistad, es decir, se procurará buscar su engarce o vinculación con otras dimensiones humanas relevantes con las que está directamente unida. Previamente, se ofrecerá un resumen de los hitos filosóficos principales en el tratamiento de la amistad4 , dividido en cuatro epígrafes: uno para la filosofía antigua, otro para la medieval, un tercero para la moderna y el último para la contemporánea del siglo XX.
Seguidamente, se atenderá al método cognoscitivo que se considera más pertinente para conocer esta excelente perfección humana. Tras su exposición se sacarán algunas implicaciones que el nuevo enfoque permite y se aludirá a los dos ámbitos principales en los que es pertinente convivir según la amistad. Por último, se atenderá a la educación de esta virtud, la superior entre las naturales.
Síntesis del pensamiento antiguo sobre la amistad
Como es sabido, los presocráticos —Empédocles, por ejemplo— enten-dían la amistad en sentido cósmico, como ese motor que vincula los elementos del universo. Pero fueron los grandes socráticos quienes trataron de esta perfección en el hombre5. Tras los titubeos de Platón acerca de qué sea un amigo6 , este gran socrático nos da un par de máximas que se reiterarán en la posteridad: que la amistad requiere correspondencia7 , y que solo se da entre los hombres buenos8 , temas destacados después en la ética aristotélica9 junto a otro carácter básico de este bien humano, a saber, que se trata de una virtud10, y no de una cualquiera, sino de esa que es superior a otras tan altas como la justicia11.
Otras notas que Aristóteles atribuye a la amistad son la igualdad o semejanza entre los amigos12, la necesidad de convivencia, la limitación en el número de amigos, la posesión en común de bienes, alegrías y —sobre todo— penas, la permanencia, el esfuerzo, el crecimiento de esta cualidad, la mutua corrección entre amigos, etc., a las que añade denuncias de caracteres impropios de esta prebenda humana como son la vinculación entre los hombres por placeres, pasiones, intereses de bienes útiles, honores, riquezas, etc., asuntos todos ellos inferiores al propio ser humano. A pesar de estos aciertos descriptivos, el Estagirita añade una cláusula que compromete la índole de la amistad: su carácter necesario13 , pues, si este punto no se entiende correctamente, se empaña la estrecha vinculación entre la amistad y la libertad personal humana, lo cual comporta considerar a esta virtud, no como una sobreabundancia, sino como un requisito.
Tras la obra aristotélica, el trabajo más atinado sobre la amistad en el pensamiento antiguo fue el de Cicerón, precisamente porque puso de relieve el carácter libre y donal de esta virtud: “ambas palabras (amor y amistad) derivan de ‘amar’. Y amar, por su parte, no es otra cosa que distinguir con el cariño a la persona que se ama, sin ser inducido a ello por ninguna necesidad”14. La describe con una definición que luego copiará San Agustín: “un común sentir en las cosas divinas y humanas, unido a una benevolencia llena de amor”15 .
El noble cónsul romano ofreció también novedades excelentes en la exposición de la índole de la amistad: su apertura al futuro16, su permanencia tras la muerte17, su superior vinculación a la que favorecen los lazos del parentesco18, su exigencia de veracidad19, su subordinación a lo que objetivamente es justo y honesto20 y, sobre todo, su fundamento: la fidelidad21. No obstante estos aciertos, Cicerón pensó que la amistad era algo propio de la naturaleza humana, pues afirmó que era lo más alto de ella, pero al fin y al cabo un asunto natural22. Ahora bien, si no se precisa qué se entiende por “natural”, esta sentencia puede dar lugar a equívocos, pues si por tal término se significa una cualidad originaria perteneciente a la dotación nativa humana, es claro que la amistad no es natural, ya que —como toda virtud— es una perfección adquirida; algo que no se tenía al nacer.
Ya en nuestra era, Séneca señaló como propio de la amistad la confianza23. Reiteró que esta virtud crea entre los amigos una comunidad en los bienes y en las adversidades; que es desinteresada, etc. Formuló asimismo la reciprocidad entre amigos según la cláusula “si quieres ser amado, ama”24. Otros pensadores de la época romana que aludieron a la amistad fueron Plutarco, Epicteto, Marco Aurelio, Sexto Empírico, Diógenes Laercio, etc., es decir, autores fundamentalmente estoicos, que distinguieron varias formas y grados de amistad, asemejándola en ocasiones a la filantropía cosmopolita, y señalando en otras que solo los sabios son propiamente amigos. De entre sus explicaciones más afortunadas de esta virtud caben reseñar las que siguen: se trata de una “comunidad de vida”; el amigo es “otro yo mismo”; “otro igual” 25.
Sumario de la concepción de la amistad en la filosofía medieval
En el ámbito de la patrística, Clemente de Alejandría adaptó el legado estoico a la doctrina cristiana. Señaló que la amistad primordial es la que media entre el hombre y Dios, a la que llama filía26 . Esta denominación recorre toda la antigüedad griega clásica (desde Homero a los estoicos, pasando por Platón, Aristóteles y el epicureísmo27 ), pero en Clemente adquiere un matiz peculiar de fraternidad y filiación. Más tarde, San Ambrosio de Milán, para quien la amistad “es la cosa más bella”28 , dotó a esta virtud de un requisito trascendental: “no puede ser amigo de un hombre quien ha sido infiel a Dios”29 . De manera que no solo admite explícitamente la amistad del hombre con la divinidad, sino que la humana tiene como condición de posibilidad previa la divina. Esto lo corrobora su discípulo y amigo, Agustín de Hipona, para quien la amistad, junto con la salud, son las dos únicas cosas necesarias en este mundo30, diciendo que “ama verdaderamente a su amigo quien ama a Dios en su amigo”31 , pues “no puede existir pleno acuerdo sobre las cosas humanas entre dos amigos que están en desacuerdo sobre las cosas divinas… ya que el que no ama a Aquel que ha hecho al hombre no puede amar al hombre como conviene”32 . Para San Agustín, el objeto de la amistad son las personas concretas, a las que se quiere para que estas progresen en el amor de Dios. Por eso, para él los deberes de la amistad son el amor, la confianza, la franqueza, y la oración.
Por otro lado, Abelardo recogió la tesis aristotélica de que el amigo es otro yo33. Por su parte, ahondando en la línea agustiniana, Pedro Lombardo, fuente de inspiración para los escolásticos posteriores, legó esta sentencia: fraterna dilectio est Deus34. Aelredo de Rievaulx, en su libro De spirituali amicitia, ofreció asimismo una visión cristiana de la amistad, de la que predicó la intimidad, la incondicionalidad, la eternidad, la posesión en común de los bienes y, en suma, la entrega de la propia vida por el amigo35 .
En el esplendor de la escolástica, encontramos, entre otras, la amplia doctrina tomista sobre la amistad. Tomás de Aquino sigue, obviamente, la enseñanza aristotélica —y también la de Cicerón—, pero las armoniza con la tradición patrística y la instrucción cristiana sobre la caridad36 . En apretada síntesis cabe indicar que, además de las tesis tradicionales ya mencionadas, y que el Aquinate acepta37, añade algunas apreciaciones valiosas: la manifestación de la amistad por medio de las obras38, el tratarse de una igualdad no cuantitativa, sino “de proporción”39; la búsqueda del bien del amigo40; la necesidad de restitución para que se dé la reconciliación tras la amistad perdida41; el advertir que la murmuración resquebraja la amistad42; etc. Con todo, las notas más relevantes que Tomás atribuye a la amistad tal vez sean que esta se refiere exclusivamente a personas43, a la par que su distinción de la caridad, pues la primera media entre los hombres, mientras que la segunda es “cierta amistad del hombre con Dios, por la cual el hombre ama a Dios y Dios al hombre”44, requiriendo el don divino45 consistente en la participación de la vida divina46.
¿Cómo describe la amistad Santo Tomás? Sencillamente indicando que “es el amor mutuo, que procede de dos que se aman entre sí”47. Por otra parte, sostiene algunas tesis que requieren posterior discusión. Una de ellas es la afirmación de que tras distinguir la amistad de la justicia48, la concibe en algunos textos como una parte de esta o dentro de su género49, lo cual es cuestionable, pues si la amistad es más intensa que la justicia y, por tanto, implica más activación del querer de la voluntad, no parece reducirse al querer propio de la justicia. Otra consiste en la continuación del aserto aristotélico (que parece opuesto a otros textos en los que se declara que la amistad es una virtud), en el que se indica que “la amistad propiamente no es una virtud, sino que sigue a la virtud. Pues por esto mismo que alguien es virtuoso, se sigue que ama a sus semejantes”50 . Pero si no se trata de una virtud, sino de una realidad que sigue a la virtud, ¿qué es?, ¿acaso un sentimiento51?, ¿tal vez algo superior a una perfección intrínseca de la voluntad?
Como se puede apreciar, los pensadores clásicos antiguos y medievales están más preocupados por la índole de la amistad que por el modo como la conocemos. Efectivamente, si les pudiéramos preguntar cómo se conoce la amistad, seguramente nos responderían que por experiencia personal. Que tal experiencia no es meramente sensible o psíquica, para ellos patet, pero tampoco nos dirían que la conocemos por tal o cual acto o hábito cognoscitivo de la razón. En suma, en su bagaje filosófico no se nos esclarece cómo —según la teoría del conocimiento— se conoce la amistad, aunque es verdad que la conocemos por “experiencia personal”, solo que —como veremos— esa experiencia es la propia de un conocer personal superior a todo conocer sensible y racional.
Compendio del pensamiento moderno sobre la amistad
Si se atiende al legado de la filosofía moderna sobre la amistad, se puede comenzar por recoger la opinión de Montaigne, quien conoce la doctrina de Aristóteles, Cicerón y Séneca, y por eso escribe en sus Ensayos —dedicados a sus amigos y redactados en su periodo estoico—, que el amigo es “otro yo”, que la amistad, más que en la unidad, consiste en llegar a ser “uno”. Sin embargo, se puede añadir que su noción de amistad es moderna y anticipa el romanticismo, porque —a diferencia del pensamiento antiguo— su tesis sobre la amistad carece de fundamento real52. Por otro lado, Francis Bacon, que leyó a Montaigne, no se dejó influir por él, pues se limitó a dar consejos prácticos sobre la amistad. El primer fruto de la amistad —dice— es la paz en los afectos. “Bacon es quizá el primer filósofo en concebir la necesidad de que la amistad es amoral”53 . Como se puede apreciar, en el despertar de la modernidad, la amistad ya no se concibe como una virtud —la clave de la ética— que se corresponde con bienes reales, sino como un sentimiento.
Para Descartes la amistad es cosa rara entre los hombres, pues se trata de un “amor de benevolencia”. Téngase en cuenta que Tomás de Aquino había indicado que la amistad no se reduce a la benevolencia, porque esta se puede dar entre personas alejadas, pero la amistad no54. El pensador galo la describe como el “afecto que las personas honradas tienen por sus amigos”55, entre los cuales media igualdad, y estos requisitos, obviamente, no abundan. Le atribuye notas aparentemente parejas a las propias de la filosofía clásica griega y medieval, pero como ya no la concibe como virtud, sino como un afecto o pasión y, además, la estima de poca relevancia dentro del panorama de las pasiones humanas, se puede decir que “la amistad con Descartes ha comenzado a perder terreno… Sobre este punto particular Descartes constituye una ruptura con la reflexión filosófica precedente y anticipa una línea de tendencia que caracterizará el pensamiento de la modernidad”56. De esta época son también “el libro Friendship, del inglés Jeremy Taylor (1657), el Traité de l´amitie de Luis de Sacy (1703), otro más breve de la Marquesa de Lambert (1736), y aún otro anónimo, probablemente compuesto por cierta Mme. D´Arconville, cuya 2ª ed. es de 1764”57.
Por su parte, para Voltaire la amistad era el bálsamo de la vida, respecto de la cual todas las grandezas no valen un buen amigo. La consideraba la primera de las virtudes, porque es la primera de nuestras consolaciones. En su Diccionario filosófico (redactado en Ginebra en 1764) escribió que la amistad “es un contrato tácito entre dos personas sensibles y virtuosas”, pero reconoce que “el entusiasmo de la amistad se tomó más fuerte entre los griegos y los árabes que entre nosotros”58. Por otro lado, Rousseau era de la opinión que la amistad es un sentimiento59 . Por otra parte, Kant describió la amistad en su Metafísica de las costumbres como la unión de dos personas a través del amor recíproco y del respeto. En su Ética distinguió tres tipos de amistad: una basada en las necesidades de la vida, llamada de conveniencia; otra, en el gusto o placer, sentimiento sensible, que se procuran mutuamente los amigos en la convivencia, denominada estética; y la tercera, más universal y —según él— más perfecta, la amistad moral, cuyas notas acompañantes son la sinceridad, la confianza, la amabilidad, la jovialidad, etc. Esta amistad universal o cosmopolita, abierta a cualquiera, contrasta con la limitación del número de amigos que Aristóteles recomendaba para quienes lo son íntimos. Las notas centrales de la amistad son, para Kant, el amor y el respeto, y sobre ellas se basa la confianza. En suma, la amistad es, según el pensador de Königsberg, un deber moral que se otorga a sí misma la voluntad humana autónoma. Ahora bien, un deber no es una virtud. Por lo demás, la voluntad —como se advirtió en el pensamiento griego y medieval— es siempre heterónoma, tanto en su estado nativo (voluntas ut natura) como en su estado perfectivo (voluntas ut ratio); tanto en su tender respecto del fin, como a los medios, pues su intencionalidad es de alteridad.
El estudio de la amistad como virtud se eclipsó durante el s. XIX seguramente porque se olvidó la noción de persona. En efecto, para Hegel “la amistad se apoya sobre la igualdad de caracteres, y en especial sobre el interés de hacer conjuntamente una obra común, no sobre la complacencia en la persona del otro en cuanto tal”60. Como se ve, la concepción hegeliana de la amistad se funda más en el hacer que en la esencia humana. Alusiones a la amistad no faltaron en Herder, Jacobi, Schleiermacher, y otros autores que se suelen encuadrar dentro del romanticismo. A este último, por ejemplo, se debe la sentencia: “el amor tiende a hacer de dos uno; la amistad, a hacer de uno dos”. Aporta, asimismo, la siguiente descripción de la amistad, de neto sabor hegeliano: “una fusión orgánica con el amigo que por una parte se endereza a la praxis y que descansa, por otra, en la mutua contemplación de las conciencias de sí, siempre relativamente contrapuestas, hasta hacerse conciencia genérica”61.
Posteriormente, en la doctrina positivista de Augusto Comte la amistad es concebida como un “sentimiento social”. Por su parte, en el materialismo comunista de K. Marx, la amistad entre “individuos” pasa a ser entendida como “camaradería”. Si eso se entiende por la amistad en el ámbito continental de ese siglo, en el británico lo que viene ser vínculo de cohesión social es el “principio del placer” o de “utilidad”, que caracterizó a los representantes del utilitarismo. En este contexto, la amistad es sustituida por la “filantropía”, la “simpatía” o el “instinto social”. Por su parte, en ultramar, el Ensayo “On Friendship” de R. W. Emerson —sermón publicado con otros en 1841—, interpreta la amistad como un sentimiento” 62.
En otros representantes del s. XIX advertimos que no solo queda en entredicho la índole de virtud de la amistad, sino que, quedan asimismo comprometidas algunas de las notas clave que los pensadores antiguos le atribuían. Así, Schopenhauer, por ejemplo, declaró que los amigos no son nunca sinceros, pues los que lo son, son los enemigos, y hay que usar del ungüento de estos últimos, como de una medicina amarga, para conocernos a nosotros mismos63. Para él la amistad viene a ser una simbiosis de egoísmo utilitario y compasión. En contraste con su opinión resalta la de Rosmini, quien afirmó que la verdadera amistad es confiada, constante, veraz, una buena ayuda para las virtudes a la par que eficaz tala de los vicios64 . El sentir de Kierkegaard sobre la amistad es prototípico de su deuda luterana: “el amor humano y el valor de la amistad pertenecen al paganismo”65 , mientras que el cristianismo celebra el amor al prójimo, el único con alcance de eternidad. Por lo tanto, el cristiano debe desconfiar del amor profano y de la amistad, porque su predilección es egoísmo66 . El contrapunto a esta tesis lo ofrece el pensamiento de Nietzsche: “Vuestro amor al prójimo es vuestro cautivo amor por vosotros mismos. Huís hacia vuestro prójimo huyendo de vosotros mismos… El amigo sea para vosotros la fiesta de la tierra y un presentimiento del superhombre… En tu amigo debes amar el superhombre como causa de ti”67.
Sinopsis del pensamiento reciente sobre la amistad
Hasta aquí se han expuesto, en resumen, algunos pareceres filosóficos del pensamiento occidental que pasan por centrales en el estudio de esta perfección humana, todos ellos precedentes al s. XX. En esta centuria también se han sucedido diversos trabajos sobre el tema. Al inicio del siglo, los de Chauvet68, Montier69, Faguet70, Barbier-Jussy71, etc. Luego, y tras distinguir la amistad del amor —cuyo estudio también ha sido abordado filosóficamente en esta centuria72—, de entre los pensadores de cierta relevancia que se han ocupado de esta cualidad humana se pueden mencionar, entre otros, a los fenomenólogos Hildebrand73 y Stein74. En estos autores se percibe cierta afinidad al entender la amistad como un alto sentimiento. En otros escenarios culturales se pueden mencionar los trabajos de Nédoncelle75, Ortega76, Morente77, Zubiri78, Julián Marías79, para quienes la amistad no es un sentimiento, sino una forma de vivir, un oficio, una tarea.
Entre los estudios monográficos sobre la amistad son conocidos los de Noble80, Laín Entralgo81, Vázquez de Prada82 y C. S. Lewis83. El primero, de perfil tomista, se propone ofrecer un “Código de la amistad” siguiendo los textos del Aquinate. Indica que naturalmente amamos por la semejanza que se da entre los hombres. Distingue el amor como pasión de la amistad, porque el primero es egoísta, mientras que la segunda “pertenece al orden de los sentimientos voluntarios y espirituales”84. Considera que los elementos esenciales de la amistad son la benevolencia, la reciprocidad, la asimilación de las vidas y el intercambio85. Alude también al desinterés en la amistad y a la identificación de las personalidades. Indica que amamos al amigo por sus méritos y que lo amamos más que lo conocemos. Añade que la amistad tiene un carácter bienhechor, porque procura al amigo su mejor bien. La medida de ese amor es la que usamos al amarnos a nosotros mismos. Agrega que nuestras amistades se deben basar en la caridad a Dios. Al final enumera una serie de faltas contra la amistad y otra sobre los avatares o vicisitudes por los que esta puede pasar (fluctuaciones, disminución y ruptura).
El médico humanista Laín Entralgo nos ofrece un amplio estudio sobre la amistad de claro sesgo zubiriano. El capítulo central de su trabajo, el IIIº, lleva por título Metafísica de la amistad. En él se nos dice que amistad es dar a otro algo de lo que soy, de mi propio ser. Tal entrega se realiza en la confidencia. Según esto, y poniendo énfasis en las preposiciones, describe el acto amistoso como una “comunión interpersonal y amorosa mía “con” otro hombre, nacida “desde” nuestra común situación y nuestro común fundamento, realizada tanto “para” y “hacia” nosotros mismos como “para” y “hacia” todos y constituida “en” lo mismo”86 . Las cuatro notas que predica de la amistad son: la incondicionalidad, la ilimitación, la plenitud y el acogimiento. En los capítulos siguientes investiga la amistad desde diversas disciplinas. Desde la psicología distingue cinco determinaciones típicas de la personalidad —edad, sexo, raza, temperamento o biotipo y la situación histórica— y revisa cómo estas influyen adjetivamente en la amistad. Desde la sociología declara —en oposición a los pensadores clásicos— que la amistad es un hecho trans-social: “la conversación íntima que dos amigos sostienen a solas entre sí no es un acto estrictamente social”87. En cuanto a la práctica de la amistad, alude a los siguientes contextos: su nacimiento, su relación con la misericordia, camaradería, simpa-tía, enamoramiento, trabajo en común, vinculación familiar, etc. Para la conservación, la amistad nos aconseja el respeto, la franqueza, la liberalidad, el discernimiento afectivo, la imaginación, y el que sea expansiva. En suma, una amplia disertación fenomenológica con apoyatura en la antropología de Zubiri, pero como en este filósofo no se contempla la distinción entre acto de ser y esencia en el hombre, terminamos sin saber si la amistad se emplaza en uno u otro plano del hombre.
Para el historiador Vázquez de Prada, la amistad “al identificar el propio yo con el tú: humano, angélico o divino, nos rescata del aislamiento”88. La persona humana no es nativamente aislada, sino coexistente con las mencionadas personas; es manifestación del refuerzo libre y personal de dicha coexistencia. El peor mal que tiene la persona es la soledad, porque esta es la negación misma de la noción de persona. “La amistad —nos dice— es forma asociativa; es la sociedad elevada a intimidad”89. Distingue —como otros— entre amor erótico y amistad. La amistad esta es libre de pasión, y “se centra en el amor a la persona, que es eminentemente espiritual, aunque le corresponda un cuerpo… El amor erótico se interesa por el sexo”90 . Esto no significa que nos despreocupemos de la salud corporal de nuestro amigo, pues “quien no toma interés por todo lo que pertenece a una persona —desde su integridad física hasta el culmen de la vida intelectiva— no es verdadero amigo”91, pero no se olvide que la amistad se refiere a personas, y es obvio que el sexo no es persona ninguna. La amistad, en suma, “es unión espiritual y libre de amor humano mutuo, expansivo y creativo”92. Para este autor, la amistad supone una comunidad de pensamientos y obras, aunque todavía se puede decir que esta virtud requiere una vinculación más íntima.
Por su parte, C. S. Lewis considera que la amistad es una de las cuatro formas de amor humano, el más feliz y más plenamente humano de los amores para los antiguos, aunque “el mundo moderno la ignora”93. Describe la amistad como “el menos ‘natural’ de los amores, el menos instintivo, orgánico biológico, gregario y necesario”94. Esto indica que se trata de una virtud de la voluntad que, por espiritual95 (su vicio opuesto, el odio, también es espiritual), no tiene como “sujeto” a la corporeidad; que es —como toda virtud— selectiva (incluso excluyente —dice—), y que —como ellas— es manifestación de la libertad humana: “no tengo obligación de ser amigo de nadie… No tengo exigencias, ni sombra de necesidad alguna”. Insiste en que la amistad se fragua cuando dos personas tienen un proyecto cultural común, una actividad compartida, y ven “la misma verdad” en ella. Pero a esa participación se añade “algo más inte-rior” que, a la par, es “un beneficio para la comunidad… que la ayuda a vivir bien”. Con todo, su propuesta es inferior a la del Estagirita cuando admite que se puede dar amistad entre hombres malos. Ahora bien, su concepción es superior a la del filósofo griego cuando afirma que la amistad “es el instrumento mediante el cual Dios revela a cada uno las bellezas de todos los demás… Por medio de la amistad Dios nos abre los ojos ante ellas”96.
Como hemos podido comprobar, las publicaciones recientes sobre el tema que nos ocupa no aluden —tampoco los precedentes— al método cognoscitivo humano apropiado para conocer la amistad. Junto a esta carencia se advierten limitaciones de tipo lingüístico. En efecto, al referirse a la vinculación entre amigos se suelen usar más las expresiones “yo–tú” (de marcado perfil buberiano97 ) que las ciceronianas “segundo uno mismo”98 y “una sola alma”99, o la aristotélica de “otro yo”100 cuyo significado se puede considerar la cima del pensamiento clásico respecto de este punto. Esta denominación es pertinente porque —como veremos— la amistad se forma y se conoce desde esa instancia humana a la que podemos llamar el yo, que es el ápice de la esencia humana, pues desde ella el amigo es conocido como otro yo. También se suele decir que en la amistad se La educación de la amistad: una aproximación conceptual da “perfecta reciprocidad”. No obstante, aunque la reciprocidad es indispensable, “perfecta” no cabe nunca. Asimismo, se habla de “igualdad” o “identidad” entre amigos. Pero “igual” es una palabra que designa una relación exclusivamente mental entre dos objetos pensados, que, en realidad, son el mismo, solo que pensado dos veces por actos distintos de pensar. Por su parte, “idéntico”, en rigor, solo es el ser divino, en quien no cabe distinción real entre lo que la filosofía perenne llamaba esencia y acto de ser. No es pertinente, pues, hablar de “igualdad” y de “identidad”, sino de un yo con rasgos comunes a otros yoes, pero que manifiesta, en cada caso, un quién distinto.
El enfoque apropiado para el estudio de la amistad
Para conocer la índole de la amistad es pertinente partir de la clásica distinción real en el hombre entre acto de ser (intimidad personal) y esencia (disponer humano). Al saber centrado en el primer ámbito (actus essendi homninis) se puede llamar antropología trascendental101 ; al estudio que versa sobre el segundo (essentia hominis), se puede denominar, sin más, antropología del yo, o también, de la esencia humana102. Para empezar, hay que advertir que la amistad pertenece al ámbito de la esencia humana, es decir, al campo del tener humano, no al del ser103. En el terreno del acto de ser o intimidad humana hay que hablar más bien de amor personal. Ahora bien, la amistad es posibilitada por él. De modo que se da una vinculación entre ambas dimensiones humanas104.
Las dos dimensiones del hombre (acto de ser y esencia) son nativas, aunque susceptibles de crecimiento. Por eso, no está bien decir que el hombre llegue a ser persona (si por persona se entiende el acto de ser personal humano), porque lo es desde el inicio, pues si no lo fuera en ese momento, no llegaría a serlo nunca. El hombre tampoco llega a ser un yo, es decir, a tener una esencia, porque dispone de esencia nativamente. Lo que sucede es que tanto el acto de ser como el yo cambian, crecen o decrecen, se modulan a lo largo de su biografía humana.
Nativamente ni lo más activo o neurálgico del hombre (acto de ser), ni lo que este posee (esencia) son imperfectos. Como del acto de ser humano no se puede predicar la imperfección, para distinguirse realmente la esencia de él, hay que admitir que esta debe estar dotada de suficiente perfección nativa, pues las distinciones reales no lo son entre carencias. Se puede aceptar que la esencia humana la conforma lo que hemos llamado yo, a lo cual se suma, posteriormente con el desarrollo biográfico, la inteligencia perfeccionada con hábitos y la voluntad desarrollada con virtudes, pues es claro que esas potencias en estado nativo no son perfectas sino perfectibles, constituyendo precisamente sus hábitos y virtudes su respectivo incremento. Ahora bien, si ellas son nativamente menesterosas, requieren de una instancia activa superior y suficientemente perfecta que, perteneciendo asimismo a la esencia humana, sea susceptible de activarlas y perfeccionarlas. Esta realidad, denominada sindéresis por la tradición filosófica medieval106, equivale a lo que la filosofía moderna llama yo107.
Inferiores a esta tríada —yo, inteligencia y voluntad—, que conforma la esencia humana, son las demás funciones y facultades sensibles que tienen soporte orgánico en el cuerpo humano, al conjunto de las cuales se puede denominar naturaleza humana. Obviamente la naturaleza corpórea humana también está dotada de cierta perfección nativa, también susceptible de desarrollo y, asimismo, de imperfección, pero es claro que sus perfecciones, y también sus defectos, no son inmateriales como las de la esencia humana y, por lo tanto, no son susceptibles de progreso irrestricto108.
En el precedente esquema explicativo de la composición real humana, la amistad se encuadra —como se ha indicado— en el nivel de esencia, en concreto, en la voluntad, siendo la virtud cumbre del desarrollo de esta potencia. No forma parte, pues, del acto de ser (o intimidad personal), pero tampoco es una realidad biológica, natural. Por lo tanto, la amistad será inferior al yo, cima de la esencia humana, y también menor al acto de ser personal, a la par que superior a otras realidades de la esencia humana y a todas las del ámbito de la naturaleza humana.
En efecto, se puede sostener que la voluntad desarrollada con virtudes —en especial, con la amistad— es superior a la inteligencia perfeccionada con hábitos (en todas sus vías operativas), por varias razones. Una, en virtud de su principio activo, porque el yo activa y respalda más a la voluntad que a la inteligencia, pues esta es más autónoma, ya que se pueden conocer las cosas como son aunque uno no persiga tal conocimiento; en cambio, la voluntad no quiere si el yo no refuerza su querer. Por lo tanto, si el yo respalda más a la amistad de la voluntad que a los hábitos de la inteligencia, esta virtud estará más personalizada que aquellos. Otro motivo radica en que el tema al que se refiere la amistad es superior al de los hábitos de la inteligencia. Efectivamente, la amistad versa sobre personas, mientras que los hábitos de la inteligencia se refieren a realidades no personales, y es claro que lo personal es superior a lo impersonal. La amistad es superior a la ciencia —a la que se considera la cumbre de los hábitos racionales teóricos— y a la prudencia —a la que se considera la cima de los hábitos de la razón práctica— porque ambos hábitos versan sobre actos de pensar, y a través de ellos sobre realidades físicas, y es obvio que las personas son realidades superiores a los actos de pensar y a las realidades materiales.
Si el yo equivale a la cima de la esencia humana, y esta es nativa en el hombre, hay que tener en cuenta que existe el yo en cualquier edad del hombre, antes del nacimiento, en la infancia, adolescencia, madurez, etc., sencillamente porque no cabe en lo creado acto de ser humano sin esencia. El yo cambia con las edades, es decir, se va conociendo paulatinamente, se va perfeccionando o se va deteriorando. Caben distintos tipos de yo o modulaciones en la esencia humana, a las que la psicología denomina tipologías, porque se da cierta afinidad entre los yoes. Con todo, los diversos yoes son distintos entre sí, porque dependen de actos de ser personales que son radicalmente distintos. Además, si bien los tipos sociales, psicológicos, etc., son tipos de yo, la amistad, y las demás virtudes, destipifican. Añádase que si la amistad depende del acto de ser personal, y este no es distinto según tipos (por ejemplo, entre varón–mujer), pues no hay dos personas iguales, serán más amigas ciertas personas independientemente de su naturaleza y tipología. Esto indica que ni el acto de ser ni la esencia humana son comunes al hombre109 ; o también, que lo único La educación de la amistad: una aproximación conceptual Educación y Educadores, volumen 11, No. 1 157 común al género humano es la naturaleza, es decir, la corporeidad humana o vida recibida de nuestros padres, si bien es manifiesto que también sobre esta cada quien (acto de ser) plasma a través de su esencia —yo, inteligencia y voluntad— muchos matices distintos (por ejemplo, los modos de hablar y escribir).
La amistad en la voluntad es manifestación de lo que caracteriza a la intimidad personal. Como esta es intrínsecamente una coexistencia libre, un conocer o verdad personal y un amar personal110 , la amistad no cabe sin coexistencia libre, sin descubrir progresivamente el sentido o verdad personal propio y ajeno y sin la apertura amorosa a las demás personas. Por eso los defectos personales capitales —la falsa libertad, la pérdida de sentido o verdad personal, la soberbia— son los peores enemigos de la amistad. Las aludidas perfecciones trascendentales de la intimidad personal están abiertas a otras personas (creadas e increadas). El conocimiento de esa apertura no es propio del yo o sindéresis, sino de un hábito cognoscitivo superior a él: la sabiduría. La apertura del acto de ser personal a otro acto de ser personal la favorece este hábito. En cambio, la sindéresis favorece la apertura entre las esencias humanas o yoes, de donde nace la amistad.
Implicaciones noéticas del enfoque
Si la voluntad, en la que radica la amistad, no es sensible (ninguna de las tres instancias que conforman la esencia humana —el yo, la inteligencia y la voluntad— lo son), tampoco la amistad es sensible. Además, si el tema de la amistad son las personas —actos de ser o intimidades personales— y estas no son sensibles (lo sensible es únicamente la naturaleza corpórea humana), la amistad crecerá irrestrictamente en la medida en que se refiera a personas, pues al adaptarse la virtud a una realidad ontológica superior a ella crece, y menguará cuando se refiera a realidades inferiores a las personas. Por depender la amistad de la esencia humana, manifiesta en cierto modo el acto de ser personal humano que cada quién es, pues la esencia no es incongruente u opuesta al acto de ser, sino manifestativa de él. Si la amistad es la perfección superior de la voluntad, será una alta manifestación personal. La voluntad se une más a la persona en la medida en que se deja vincular por el yo y por lo superior a él, a saber, por la intimidad personal. Por tanto, si la amistad es lo superior de la voluntad, de darse esta perfección, manifestará la existencia de una mayor vinculación de la voluntad al yo y a la intimidad personal humana.
Por otra parte, si la amistad es superior a los actos y hábitos de la inteligencia, es supra-racional, pero no por ello irracional o al margen de todo conocer, ya que el yo, de quien depende su conocimiento, es cognoscitivo. La amistad se puede entender como una redundancia en la esencia humana del carácter amoroso íntimo de cada acto de ser personal humano. El yo conoce a la razón y a la voluntad. En efecto, conocer que tengo esas facultades, no es conocimiento racional ninguno (ni tampoco ningún querer de la voluntad), sino un conocer que arroja luz sobre esas potencias desde arriba; un conocer, por lo tanto, superior a ellas. Se trata de un conocer que es directo, experiencial; por eso se puede decir que se sabe qué sea la amistad por experiencia.
Si la amistad no la puede conocer la razón sino el yo, que es supra–racional, hay que sospechar del rendimiento metódico de la fenomenología al buscar la índole de la amistad, porque este método es exclusivamente racional y, por lo tanto, no alcanza lo que en este caso se busca. Por lo mismo, tal método tampoco es pertinente para dar cuenta del yo o esencia humana, y en menor medida del acto de ser personal, que son, asimismo, meta–racionales111 . Además, la fenomenología no es apta para captar la amistad, porque esta es reunitiva, sistémica, la corona de las virtudes, mientras que la fenomenología es objetivista y, por lo tanto, aislante de los objetos conocidos, de los que indaga por separado. Se alude a este método porque algunos de los representantes de esta corriente de pensamiento han tratado de la amistad.
Tampoco la hermenéutica es un método apto para hacerse cargo de la índole de la amistad, porque la clave de este método es la interpretación, la cual es propia de la razón práctica. Sin embargo, la amistad no la alcanza la razón práctica, si por esta se entiende una vía operativa de la razón entendida como facultad, porque este uso racional versa sobre medios, mientras que la amistad no es un medio. Además, la intención de alteridad de la amistad se refiere a personas, no a algo menor, y estas —ya se ha dicho— no son medios. Se alude asimismo a este método, porque su uso está en alza y se emplea abundantemente por distintos pensadores y corrientes de filosofía para enfocar cualquier asunto.
Tampoco el análisis lingüístico es un método pertinente para encarar la amistad, pues este es un modo racional de conocer que procede por división, pero la esencia humana no se conoce analizándola por partes, sino de modo sistémico o reunitivo, como lo lleva a cabo el yo. Además, las instancias superiores de la esencia humana (el yo, la inteligencia y la voluntad) no comparecen en el lenguaje, puesto que son superiores e irreductibles a él. Asimismo, el método cognoscitivo del pragmatismo es insuficiente para dar cuenta de la amistad, pues es neto que la amistad no se basa en la utilidad individual o colectiva, pues ella misma es un bien superior a los útiles. De modo que algunos de los métodos filosóficos más representativos de la filosofía actual poco nos pueden ayudar en el estudio de la amistad. Por eso es conveniente superarlos y proponer otra altura cognoscitiva humana adecuada para tal menester. Esta tesis se ofrece a continuación.
Conocemos la amistad desde el yo. El yo (la sindéresis, en terminología medieval) no conoce de modo racional sino intuitivo. Es un conocer reunitivo, pues tiene en cuenta la entera esencia humana, la propia y la del amigo, moralizada tal cual está en cada quién, es decir, según su tipología. Conocer la amistad no depende, pues, de un conocimiento teórico, porque la amistad es un modo de ser de la voluntad, y el conocer del yo o sindéresis sobre la voluntad es práctico, no teórico. Ahora bien, no se trata de un conocer de la “razón práctica” entendida como razón, pues la sindéresis es un hábito innato superior a dicha potencia. Este hábito nativo es el conocer más alto de los prácticos, pero inferior a otros niveles cognoscitivos humanos teóricos112 . Es un conocer que depende directamente de la persona humana (acto de ser), no de alguna de sus facultades (esencia). Por eso se puede decir que su conocer es personal.
La amistad es —de entre los hábitos adquiridos perfectivos de la esencia humana— el superior y el más abierto al futuro. Téngase en cuenta que el futuro influye más en el hombre que el presente y el pasado. Efectivamente, el hombre es un ser de proyectos, porque él mismo es un proyecto como hombre, en su acto de ser y en su esencia. Por eso, no es buena señal para el crecimiento humano orientado al futuro la pérdida fácil de las amistades y el cambio frecuente de las mismas. Claro que la presencia personal, que se da en presente —la cercanía permite el diálogo—, es insustituible para la amistad, pero esa presencia y el acopio del pasado son por mor del incremento de la amistad de cara al futuro. En caso de que esa apertura se obture, la amistad está llamada a desaparecer. La virtud de la amistad no va a más cuando se abre a cosas en vez de personas. En esa tesitura, más que de virtud en la voluntad cabe hablar de vicio. Por eso, acertó Aristóteles al decir que no cabe verdadera amistad entre hombres viciosos.
La amistad se puede conocer bien porque depende del yo, que es cognoscitivo. También este es cognoscible por nosotros. Lo que nunca alcanzamos a desvelar por entero en esta vida es nuestro propio acto de ser personal o intimidad. El yo no permite conocer solo a la voluntad, sino también a la inteligencia y a toda la naturaleza humana. Por eso se puede decir que es englobante. Consecuentemente, cuando queremos al amigo queremos su propio bien en todos los órdenes (sensibles e inmateriales), a la par que participamos de tales bienes.
Por otra parte, es pertinente aludir a los afectos en este tema, aunque solo sea para distinguir la amistad como virtud de ciertos afectos con que se la equipara. Los afectos son la repercusión de los actos de conocer en las diversas instancias cognoscitivas humanas. Son nuestro conocimiento del estado de las facultades cognoscitivas. Pueden ser positivos o negativos. Positivos, cuando los actos de conocer son adecuados al estado de las respectivas facultades; negativos, a la inversa. En consecuencia, si el yo es cognoscente, admite afectos. Los afectos en el yo son la redundancia positiva o negativa resultante en él de su activar, iluminar, el estado positivo o negativo de las diversas potencias o facultades humanas y a los otros yoes.
En el yo se pueden distinguir dos sentimientos positivos: uno, la suavidad, cuando el yo activa sin dificultad la propia inteligencia, voluntad (sobre todo con la amistad) y las facultades sensibles; otro, la empatía, cuando el yo se abre directamente y sin impedimentos a los otros yoes que guardan afinidad tipológica con el propio yo. La empatía es un sentimiento superior a la suavidad. Pero la empatía no es equivalente a la amistad, pues esta es una virtud de la voluntad, mientras que aquella es un sentimiento del yo. La amistad no es una emoción, afecto o sentimiento, sino una virtud activa. No es un resultado o consecuencia, sino un acto primero e intenso. El yo es superior a sus sentimientos y también a la amistad. Por eso, declarar con Aristóteles que el amigo es “otro yo” describe mejor a la amistad, que decir de ella que es cierta “empa-tía”.
Requisitos de la amistad
En cuanto a los requisitos imprescindibles para que se dé la amistad cabe tener en cuenta que son de dos niveles: unos superiores y otros inferiores a ella.
Entre los superiores se pueden destacar los siguientes: 1) Conocer con visión de futuro y aceptar libremente en la intimidad a cada persona como distinta. Ahora bien, como la razón de esa distinción es debida al Creador, solo cabe verdadera amistad si se conoce y acepta libremente en la intimidad a cada persona como criatura distinta de Dios. Por lo tanto, es certera la tesis ambrosiana según la cual solo puede ser amigo hasta el fondo de un hombre quien lo es de Dios. Aquí entroncan la esperanza, la fidelidad y la humildad113 . 2) La sabiduría, porque como he indicado en otro lugar114 , de quien hay que ser amigo en primer lugar es de la sabiduría. La sabiduría es el conocer personal que tiene por tema el sentido personal propio y ajeno. Como las verdades superiores son las personales, es decir, el sentido personal de cada intimidad humana, la amistad debe subordinarse a la búsqueda de ese sentido. Es más, crece en la medida en que los amigos progresan en esa dirección y decae o se pierde de no proseguir en tal búsqueda. 3) La amistad también requiere el previo reconocimiento de que el fundamento de la realidad externa está bien fundado y no carece de fundador, el cual no es humano sino divino. Por eso la amistad no doblega la índole de realidad externa a sus propios intereses, sino que ella se supedita al decreto de su dueño sobre el universo. A esto se puede llamar generosidad. 4) Otro requisito es el conocer y aceptar libremente la realidad distinta de cada yo. Los yoes admiten muchos tipos (los más distintos son los que median entre varón y mujer). Como esas tipologías o personalidades son manifestación en la esencia humana de la radical distinción del acto de ser o intimidad personal, solo cabe verdadera amistad si se conoce y acepta libremente tal otro yo como manifestación de un quién distinto y novedoso. Por eso un gran escollo de la amistad es el intento de asimilar a los demás al propio yo. Ahora bien, si el yo y los otros yoes son superiores a la amistad, la amistad debe supeditarse ellos, no a la inversa.
Entre los requisitos inferiores de la amistad se pueden destacar los que siguen: 1) Las demás virtudes de la voluntad. La amistad requiere de todas ellas, que le son inferiores, respecto a las cuales la amistad es su cumbre115 . Esto se puede entender desde el plano de la ética. En efecto, la virtud es la pieza clave de la ética. La amistad se da solo entre hombres virtuosos, es decir, éticos. Por eso, como el peor enemigo de la ética es el relativismo ético, también lo es de la amistad. 2) La veracidad es imprescindible para la amistad. Esta es la perfección más alta de la razón práctica, incluso más que la prudencia, porque la prudencia impera acciones propias, mientras que la veracidad se refiere a declarar la verdad conocida a otras personas, y es claro que las personas son superiores a nuestros propios actos. Sin ese hábito de la razón práctica el lenguaje no solo se emplea sin verdad y, consecuentemente en contra de la amistad, sino que además, ese lenguaje no manifiesta la verdad del yo, sino que la oculta globalmente. El yo manifestado es más o menos verdadero (pues puede ser el real o un invento), y como él es el norte de la amistad, no cabe esta virtud ante un falso yo.
Los principales ámbitos de la amistad
Por lo que respecta a los ámbitos en los que se desarrolla la amistad, se pueden destacar, sobre todo y por orden de importancia, dos: la familia y la educación.
Por lo que respecta a la familia, la amistad es la clave del noviazgo que conformará, con el matrimonio, una familia; y es, por supuesto, el quid de este116 . Para que se dé la amistad entre los esposos hace falta cierta proporcionalidad entre ellos, la cual obviamente no se da en el matrimonio poligámico y poliándrico117 . Si se pregunta si cabe amistad en las uniones homosexuales, es pertinente recordar que la amistad es la corona de las virtudes. Por lo tanto, la pregunta debe dirigirse a si esos tipos de unión favorecen el incremento de toda virtud en quienes se vinculan. Conviene tener en cuenta además que la amistad no es ni eros corpóreo ni afecto psíquico, sino una virtud, que —como toda— es inmaterial. Por lo tanto, si se prescinde de tales elementos psicofísicos, se puede notar que no cabe amistad, no solo entre homosexuales, sino tampoco entre varón–mujer unidos exclusivamente por lazos corpóreos. La quiebra matrimonial es siempre por falta de virtud, en rigor, de amistad.
La educación de la amistad: una aproximación conceptual Educación y Educadores, volumen 11, No. 1 161 Tal vez la tesis más relevante de la pedagogía actual sobre la amistad resida en que “la familia es el ámbito fundamental para el cultivo de la amistad porque es, o debe ser —al mismo tiempo—, centro de intimidad y centro de apertura”118 . Con todo, esta tesis, aunque poco tenida en cuenta hoy, es muy clásica119 . También es clásico que la familia es principio de la amistad, y también su fin. El matrimonio solo se lleva a cabo mediante la amistad, y solo por razón de ella se consolida y es permanente120 . En efecto, la amistad intensa es como una nueva fraternidad, y el matrimonio es como una fraternidad adquirida, en el que los dos conyuges se aman, no por intereses o compensaciones, sino por sí mismos.
Por su parte, aunque naturalmente la amistad que los padres mantienen a los hijos es superior a la de estos respecto de los padres121 , es pertinente ponerse a la altura de los hijos, pues la amistad favorece la educación. Los padres logran este propósito en la medida en que se dan cuenta de que es más importante ser hijo que ser padre. Notan esta realidad cuando caen en la cuenta de que todos somos hijos, no solo de nuestros padres, sino, en rigor, de Dios122 . Solo se es buen padre– madre cuando se es buen hijo–hija. Lo primero en el hombre es la filiación, y lo segundo, y derivado de lo precedente, la fraternidad123 . Precisamente por eso, el hijo es el primer fin del matrimonio, y el inmediatamente segundo, la pluralidad de hijos, porque los hijos son más vinculantes incluso que la amistad, ya que no son una virtud, sino una realidad superior: una persona amante. La amistad familiar se ensancha en la relación con los demás parientes, pues todos ellos se saben hijos, en definitiva, de los mismos padres124 ; esta amistad constituye el embrión de la amistad social.
Suele decirse que muchos matrimonios pierden su unión porque falta mutua corrección. También que los padres, los educadores, etc., pierden su autoridad, porque no corrigen a los hijos o educandos. Ahora bien, sin amistad no se conoce la verdad de cada yo. Y sin tal verdad, ¿cómo corregir? Educar es engendrar espiritualmente lo generado corporalmente. Cabe educación a todo nivel, escolar, medio, universitario, e incluso posterior, es decir, siempre, porque lo espiritual nunca deja de crecer. Generar es más breve que educar125 y también menos importante, porque en nosotros lo espiritual es superior a lo corpóreo. El desarrollo espiritual se lleva a cabo mediante la educación.
Antaño se comparaba la amistad de los súbditos respecto de los dirigentes como la de los hijos respecto de los padres126 , y esto porque se sabía que el fin del gobernante no es producir mejores realidades culturales, sino lograr ciudadanos virtuosos. A la par, se comparaba la amistad entre los ciudadanos con la de los hermanos de una misma familia127 . Como se puede apreciar, la amistad en la familia es condición de posibilidad de la amistad social128 , pues si no hay amistad familiar, no cabe verdadera amistad social, pero la familia es también el paradigma del resto de amistades. Vale la pena tener en cuenta este extremo en la sociedad actual donde la familia atraviesa un periodo de crisis.
Tomás de Aquino escribió que “la amistad es el máximo bien en las ciudades, ya que si se da la amistad entre los ciudadanos, las sediciones son escasas. Y esto es lo que buscan todos los legisladores, que la ciudad esté sin sediciones. Por lo cual, todos los que establecen leyes tienden a esto, a que se dé la amistad entre todos los ciudadanos. Ya dijo Sócrates que lo óptimo en la ciudad es que fuese una; pero la unidad de los hombres entre sí es efecto de la amistad”129 . Con todo, —como se ha reiterado— solo cabe verdadera amistad entre hombres virtuosos, y estos, ordinariamente, no abundan130 . De manera que si los gobernantes no favorecen la mejora de los ciudadanos según la virtud, sino que favorecen el vicio, difícilmente se puede lograr la unidad social. En definitiva, para los clásicos el hombre es un “animal político” porque es “animal familiar”, y la clave de ambos vínculos es la amistad. Con todo, cabe decir que, precisamente por familiar y social según la virtud de la amistad, el hombre no es “animal”.
Por último, como la amistad nace en la voluntad del influjo sobre ella del yo —cúspide de la esencia humana—, y este nace del acto de ser personal (que es amante), la amistad no cabe solo respecto de los “otros yoes” manifestativos, sino respecto de actos de ser personales. También por eso se puede ser “amigo de Dios” (recuérdese que este carece de esencia o yo).
La pedagogía de la amistad
Para un pedagogo actual “es verdaderamente sorprendente que se haya escrito (recientemente) tanto sobre la amistad y tan poco acerca de cómo de-sarrollarla o cultivarla”131. Según dicho autor un motivo para implantar esta virtud reside en que con ella se aprende a conocerse mejor a sí mismo, y otro en que la amistad implica mutua exigencia para la práctica de todas las virtudes132.
Actualmente se repite que los niños y jóvenes son incapaces de amistad debido a su falta de madurez. Ahora bien, del infantilismo juvenil no están e-xentos de culpa los adultos, por falta de responsabilidad y ejemplo. La dependencia psicológica de los demás a cualquier edad deriva de la falta de correspondencia personal con la verdad, pues esta es lo que más disciplina. De modo que detrás de la inmadurez de los jóvenes hay que ver la carencia de verdad en los adultos133. Puede servir como ejemplo representativo el actual estado de la universidad, cuya tarea —ancestralmente caracterizada por descubrir y transmitir la verdad— ahora asume oficios no pocas veces retóricos e incluso sofísticos. Muchos investigadores no son fieles con su vida a las verdades de su ciencia porque temen descubrir la verdad de su propia vida. Estos viven al margen de la verdadera amistad, pues no toleran que se les diga la verdad, por ejemplo, que son famosos pero superficiales.
Ya se ha dicho que la condición de posibilidad de la educación personal es la amistad. Ahora hay que añadir que también es su fin. En efecto, el objetivo de la educación no es la llamada “educación integral” (ética, política, técnica, laboral, cultural, física, etc.), sino ayudar a descubrir a cada quien el sentido de su propio acto de ser personal, es decir, su propia vocación. Implica, por lo tanto, no quedarse en la esencia humana (o en sus manifestaciones), sino subir cognoscitivamente a través de ella hacia el acto de ser personal. Pero este objetivo solo se logra con amistad. Solo la amistad abre la puerta de la intimidad. De la amistad se pasa al conocimiento del yo y del otro yo (esencias humanas), y de estos a la intimidad (acto de ser personal)134.
En suma, ¿cómo educar la amistad? Siendo amigos. Esta respuesta puede parecer de perogrullo, pero no lo es si se expone que tal fórmula equivale a manifestar el ser personal que se es y aceptar el de los demás. Para algunos de los autores mencionados más arriba la amistad se educa si media un esfuerzo intelectual y volitivo; para otros, si se da una apertura sentimental; para algunos, si se realizan acciones positivas en favor de los demás, etc. Sin embargo, ninguna de esas versiones es la raíz de la educación de la amistad. Estas realidades se “tienen” o se “hacen”, pero no son nuestro ser. En la respuesta a cómo educar la amistad se ha subrayado el “siendo”. Con esta palabra se indica que una persona humana es un acto de ser. El acto de ser personal humano no es aislado nativamente, sino coexistente en su intimidad (con Dios y con las demás personas). También es libre, cognoscente y amante (respecto de dichas realidades personales). La amistad es manifestación adquirida en la voluntad de esos rasgos íntimos naturales. Por lo tanto, educar la amistad, más que un esfuerzo por adquirir tal perfección, radica en dejar translucir en la voluntad las riquezas nativas de la intimidad, sin introducir defectos ni en esta ni en la voluntad.
Consecuentemente, educa o favorece esta virtud en su propia voluntad y en la ajena quien no se aísla como la persona que es y está llamada a ser, sino que se manifiesta como tal, es decir, quien coexiste íntima y libremente con los demás, y subordina esa coexistencia libre al descubrimiento de la verdad personal propia y ajena, a la par que acepta amorosamente dichas novedades personales irrepetibles135 . Ahora bien, como la intimidad personal se alcanza a conocer —aunque parcialmente en la vida presente— sobre todo en apertura a Dios, aprendemos a ser mejores amigos en la medida en que Dios nos manifiesta el ser coexistente que somos y estamos llamados a ser respecto de los demás.
Conclusiones
1. La amistad, más que necesaria, es libre. Lo libre es superior a lo necesario.
2. La amistad es querer a cada uno como otro yo. “Querer” es propio de la voluntad. “Otro yo” es la cúspide de la esencia humana. Querer es inferior a amar. “Amar” es propio del acto de ser personal, y se ama a cada quien por ser quien es. La amistad pertenece a la esencia humana y depende del amor del acto de ser personal.
3. La amistad es la virtud superior de la voluntad, o el estado más activo de esta facultad. Es virtud superior a los hábitos adquiridos de la inteligencia, pero inferior a los hábitos cognoscitivos innatos (sindéresis, primeros principios y sabiduría). No es ni pasión ni afecto.
4. La amistad se conoce desde un hábito innato (sindéresis, en la tradición medieval, yo en la moderna). Este nivel cognoscitivo no es racional sino supraracional, experiencial, directo, englobante. Por eso, no son métodos apropiados para conocer la amistad el fenomenológico, el hermenéutico, analítico, etc., porque todos ellos son racionales.
5. Sus primeras condiciones de posibilidad son el amor personal, el conocer personal, la apertura libre del acto de ser personal humano y la sabiduría personal. Su segunda condición de posibilidad es el yo, el cual la activa directamente.
6. Son ayudas menores de la amistad las demás virtudes de la voluntad y los demás hábitos de la razón práctica, en especial, la veracidad.
7. Su mejor ámbito de aprendizaje es la familia.
8. La amistad es condición de posibilidad y fin de la educación personal.
9. La amistad se educa si se abre libremente la intimidad personal a otra persona, siempre que esa apertura se ordene a la búsqueda del propio y ajeno sentidos personales, novedosos e irrepetibles, y si estos son aceptados amorosamente.
1 Cfr. ALAIZ, A. Amicizia, un dono per vivere. Milano: San Paolo, 1991; ALBERONI, F. L´amicizia. Milano, 2002; ALONSO, A., Ser amigos. Barcelona: Eiunsa, 1997; BALDINI, M., Che cos´ è l´amicizia. Roma: Armando, 1998; D´AVENIA, M., - ACERBI, A. Riflessioni sull´amicizia. Roma: Edusc, 2007; DE GUIDO, S. Amicizia e amore. Verona: Il Segno, 1989; GALLI, N. L´amicizia. Milano: Vita e Pensiero, 2004; GARZONIO, M. La vita come amicizia. Milano: San Paolo, 2007; GHISLENI, M. Dinamiche dell´amicizia. Milano, 2006; KRACAUER, S. Sull´amicizia. Genova: Marietti, 1990; LEEP, I. Natura e valore dell´amicizia. Milán: Paulina, 1967; MAJO, A. Amicizia. Milano: San Paolo, 2000; RIVA, A. Amicizia. Milán: Áncora, 1975; VERNON, M. The philosophy of friendship. New York: Palgrave Macmillan, 2005; etc.
2 Traigamos a colación una sola entre las múltiples denuncias existentes: “No faltan datos y razones para pensar que hoy la amistad está en crisis… En la sociedad actual hay una clara tendencia a las relaciones impersonales”. CASTILLO, G. La educación de la amistad en la familia. 3ª ed. Pamplona: Eunsa, NT, 1992, p. 27-30.
3 Cfr. DI VITA, A. L´amicizia tra gli adolescente. Saggio di pedagogía fondamentale. Tesi dottorale. Pamplona, 2007.
4 Al margen de la filosofía, es claro que existen otros documentos escritos que tratan sobre este tema. Por ejemplo el bíblico, tanto en el Antiguo Testamento (“Un amigo fiel es protección poderosa, quien lo encuentra, halla un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio, es de incalculable valor”, Ecco., 6, 14-15), como en el Nuevo: (“Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando”, Jn., 15, 14). Pero no podemos atender directamente a esos escritos, y a otros, en un contexto propiamente filosófico.
5 Cfr. KONSTANT, D. Friendship in the classical world. Cambridge: Cambridge University Press, 1997.
6 Cfr. PLATÓN. Lisis, 223 b.
7 Ibíd., 212 d.
8 Ibíd., 214 d.
9 Cfr. ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco, l. VIII, cap. 1 (Bk 1155 b 29 y 1156 b 6). En el siguiente libro de esta obra declara taxativamente: “los malos no pueden concordar excepto en pequeña medida, como tampoco ser amigos”. Ibíd., l. IX, cap. 6 (Bk 2267 b 7).
10 Cfr. Ibíd. (Bk 1125 a 2). Cfr. JALIFF, A. La amistad como comunicación y consenso político en Aristóteles. Tesis doctoral. Pamplona: Universidad de Navarra, 1997. LORRAINE, P. Aristotle and the philosophy of friendship. Cambridge-New York: Cambridge University Press, 2003; STERN-GILLET, S. Aristotle´s philosophy of friendship. Albany: State University of New York Press, 1995.
11 Cfr. Ibíd. (Bk 1155 a 27). 12 A pesar de la desigualdad que media entre el hombre y la divinidad, el Estagirita acepta que la amistad se pueda dar entre ellos. Cfr. Ibíd., l. VIII, cap.
12 (Bk 1162 a 6). Cfr. respecto de este punto: POLO, L. “La amistad en Aristóteles”. Anuario Filosófico. Pamplona, XXXII/2, 1999, p. 477-485.
13 Cfr. Ibíd., l. VIII, cap. 1 (Bk 1155 a 30); Ibíd., l. IX, cap. 9 (Bk 1169 b 1-20).
14 CICERÓN, M. T. La amistad. Madrid: Trotta, 2002, cap. XXVII, No. 100, p. 110. Cursivas nuestras. En otro pasaje de la misma obra escribe: “La vida sin amistad es nula, si al menos quieren vivir como hombres libres en alguna manera”. Junto a esta tesis central, Cicerón repite los asertos aristotélicos de que la amistad escasea entre los hombres, pues solo cabe entre hombres de bien, entre semejantes. Recoge asimismo su carácter de virtud, su condición desinteresada, su permanencia y estabilidad, la limitación en el número de amigos, su origen en la familia, etc.
15 Ibíd., cap. VI, No. 20, p. 52. Agustín de Hipona recoge esa definición en Contra Académicos, l. III, cap. 6, prr. 13.
16 “Como quiera que la amistad trae consigo tantísimas y tan grandes ventajas, hay una que seguramente es la mayor de todas: que hace concebir buenas esperanzas para el porvenir y no deja que desfallezca o decaiga nuestro ánimo”. Ibíd., cap. VII, No. 23, p. 55.
17Cfr. Ibíd., cap. IV, No. 13, pp. 44-45; Ibíd., cap. XXVII, No. 102, p. 111.
18 Cfr. Ibíd., cap. V, No. 19, p. 50.
19 Cfr. Ibíd., cap. VIII, No. 26, p. 59; Ibíd., cap. XVIII, No. 65, p. 87; Ibíd., cap. XXV, Nos. 91-92, p. 105; Ibíd., cap. XXVI, No. 97, 108.
20 Cfr. Ibíd., cap. XII, No. 40, p. 69; Ibíd., cap. XIII, No. 44, p. 73; Ibíd., cap. XVII, No. 61, p. 84.
21 Cfr. Ibíd., cap. XVIII, No. 65, p. 87.
22 Cfr. Ibíd., cap. V, No. 17, p. 48; Ibíd., cap. IX, No. 32, p. 63.
23 “Si tienes algún amigo en quien no confías tanto como en ti mismo, bravamente yerras y no conoces bastante la fuerza de la verdadera amistad… Trabada la amistad, hay que confiar en ella”. SÉNECA. Cartas a Lucilio. Carta III. Obras completas. Madrid: Aguilar, 1966, 444 a.
24 Ibíd., Carta IX, ed. cit., 454 a.
25Cfr. BANATEANU, A. La théorie stoïcienne de l´amitie. Fribourg: Cerf, Editions Universitaires de Fribourg, 2001.
26 Cfr. RIZZERIO, L. “Clement d´Alexandrie et la filia chrétienne”. Amor amicitiae: On the love that is Frindship. AF. Kelly-PhW. Rosemann (eds.). Leuven-Paris-Dudley: Peeters, 2004, p. 379-407.
27 Cfr. FRAISSE, J-Cl. Philia. La noción d´amitie dans la philosophie antique. Paris: Vrin, 1974.
28 SAN AMBROSIO. El deber, III, p. 132.
29 Ibíd., III, p. 133.
30 SAN AGUSTÍN. Sermón, 299, 1.
31 Sobre diversas cuestiones, 83 (71, 6).
32Tomado de McNAMARA, MA. L´amitié chez Saint Augustin. Paris: Lethilleux, 1961, p. 174. El obispo de Hipona añade: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu; y a tu prójimo como a ti mismo. El primero es el acuerdo sobre las cosas divinas; el segundo, sobre las cosas humanas… Si tú mantienes firmemente los dos conmigo, nuestra amistad será verdadera y eterna; no nos unirá solamente entre nosotros, sino que nos unirá con el Señor”. Ibíd., 175.
33 “Si no eres enteramente otro yo, no eres para mí un verdadero amigo: y si por mí no eres como yo, no eres enteramente otro yo”. ABELARDO, P. Insegnamenti al figlio. Trad. it. de G. Ballanti. Roma: Armando, 1993, p. 7.
34 Cfr. ROSSEMANNN, PhW. “Fraterna dilectio est Deus: Peter Lombard´s Thesis on Charity”. Amor amicitiae: On the love that is Frindship, ed. cit., p. 409-436.
35 Cfr. PAKALUK, M. Other selves. Philosophers on friendship. Indianapolis: Hackett Publishing Company, 1991, p. 129-145.
36 Cfr. SCHWARTZ, D. Aquinas on friendship. Oxford: Clarendon Press, 2007.
37 Acepta de Aristóteles, al menos, estas características de la amistad. Es un hábito, una virtud (cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 5, Nos. 7, 8, 9; Ibíd., lect. 8, No. 8; Ibíd., lec. 13, No. 18; Ibíd., lect. 8, No. 8; S. Theol., I-II, q. 26, a. 3 co). La similitud entre amigos (cfr. In II Sent., d. 3, q. 4, a. 1 co). La reciprocidad y el carácter electivo de la amistad (cfr. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 1 co; In Ethic., lib. VIII, lec. 5, No. 10). El desinterés (cfr. In III Sent., d. 29, q. 1, a. 4, ad 3). La limitación en el número de amigos (cfr. S.C. Gentes, lib. III, cap. 124, No. 5; De virt., q. 2, a. 4, ad 11; In Ethic., lib. VIII, lec. 6, Nos. 3, 5; Ibíd., lib. IX, l. 12, No. 9). La participación en alegrías y penas (cfr. S. Theol., I-II, q. 38, a. 3, ad 1), y la comunidad de bienes (cfr. In Ethic., lib. IX, lec. 8, No. 6). El darse entre personas con virtud (cfr. S. Theol., II-II, q. 23, a. 1, ad 3; Ibíd., II-II, q. 106, a. 1, ad 3). Su aumento y disminución (cfr. S. Theol., II-II, q. 82, a. 2, ad 2). Su requerir la veracidad (cfr. S. Theol., II-II, q. 114 a. 1, ad 2). Su larga duración (cfr. In Ethic., lib. VIII, l. 6, No. 17; Ibíd., lec. 8, Nos. 12, 13). El ser superior a la justicia (porque “aequalitas est ultimum in iustitia, sed primum in amicitia”. In Ethic., lib. VIII, lec. 7, No. 8). Su consistir más en amar que en ser amado (cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 8, No. 10). El que comporte comunicación (cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 12, No. 1; Ibíd., lib. IX, l. 14, No. 3; Super Io., cap. XIII, lec. 7.) y ser, por ende, una realidad social o política (cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 9, Nos. 1-5). La convivencia (cfr. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 2 co; Ibíd., d. 32, q. 1, a. 2 co; S. Theol., II-II, q. 25, a. 3 co; Ibíd., II-II, q. 115, a. 1 co; In Ethic., lib. IV, lec. 14, No. 5, Ibíd., lib. VIII, lec. 3, No. 12). El orden de la amistad lo toma de San Ambrosio (cfr. In III Sent., d. 29, q. 1, a. 6 co). De San Isidoro asume las notas que acompañan a la amistad: “la benevolencia, que se llama aquí afecto, la concordia, y la beneficencia, que se llama aquí humanidad”. S. Theol., II-II, q. 80, ad 2.
38 Cfr. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 1, ad 10.
39 In III Sent., d. 28, q. 1, a. 3, ad 3; Ibíd., d. 29, q. 1, a. 1, ad 2; In IV Sent., d. 15, q. 1, a. 2 co.
40 Cfr. In III Sent., d. 35, q. 1, a. 4, qc. 2 co; De Virt., q. 2, a. 8, ad 16; Ibíd., q. 4, a. 3 co; In Ethic., lib. VIII, lec. 3, No. 15.
41Cfr. In Ethic., lib. IX, lec. 2, No. 1.
42 Cfr. S. Theol., II-II, q. 74, a. 1, ad 3.
43Cfr. In III Sent., d. 28, q. 1, a. 1 co; Ibíd., 2 co; S. Theol., I, q. 20, a. 2, ad 3; Ibíd., II-II, q. 25, a. 3 co; De Virt., q. 2, a. 11, ad 6; In Ethic., lib. VIII, lec. 11, No. 12.
44 In III Sent., lib. 3, d. 27, q. 2, a. 1 co. Cfr. también: S. Theol., II-II, q. 23, a. 5 co; Ibíd., q. 24, a. 2 co; Ibíd., q. 25, aa. 3 y 4 co; Ibíd., 26, aa. 1 y 2 co.
45 Cfr. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 2, ad 1; Ibíd., d. 30, q. 1, a. 2 co; S.C. Gentes, lib. III, cap. 157, No. 3; S. Theol., II-II, q. 23, a. 1 co; Ibíd., 26, a. 3 co.
46 Cfr. In III Sent., d. 27, q. 2, a. 4, qc. 4 co.
47 De Pot., q. 10 a. 2 ad 11.
48 “Amicitia consistit in adaequatione quantum ad affectum; sed justitia in adaequatione rerum”. In III Sent., d. 28, q. 1, a. 6, ad 4.
49 Cfr. S. Theol., II-II, q. 23, a. 3, ad 1; In Ethic., lib. VIII, lec. 1, No. 1.
50 De Virt., q. 1, a. 5, ad 5. Cfr. también: Ibíd., ad 8; In Ethic., lib. VII, lec. 1, No. 1; Ibíd., lib. VIII, lec. 1, No. 1.
51 En alguna ocasión la entiende como tal. Cfr. In Ethic., lib. II, lec. 5, No. 6.
52 Cfr. PAKALUK, M. Other selves, ed. cit., p. 186.
53 Ibíd., 200.
54 “Benevolentia potest fieri ad homines ignotos, quorum scilicet experientiam aliquis non accepit cum eis familiariter conversando. Sed hoc non potest esse in amicitia”. In Ethic., lib. IX, lec. 5, No. 2.
55 DESCARTES, R. Le pasioni dell´ anima. Laterza, 1996, p. 48.
56 BALDINI, M. La storia dell´amicizia. Roma: Armando, ed., 2001, p. 66.
57 LAÍN ENTRALGO, P. Sobre la amistad. Madrid, Revista de Occidente, 1972, p. 104.
58 VOLTAIRE, FMA. Dizionario filosófico. Roma: Newton Compton, 1991, p. 9-10.
59 Cfr. ROUSSEAU, JJ. Emilio. Roma: Armando, ed., 1995, p. 341.
60 Tomado de LAÍN ENTRALGO, P. Op. cit., p. 127. En otro lugar Hegel añade: “La amistad es una relación ligada a la singularidad individual, y los hombres no son amigos entre sí tanto de un modo directo, como lo son de un modo objetivo”. Ibíd., p. 128.
61 Ibíd., p. 144-5.
62 PAKALUK, M. Op. cit., p. 218.
63 Cfr. SCHOPENHAUER, A. I due problema fondamentali dell´etica. Torino: Boringhieri, 1961, p. 45.
64Cfr. ROSMINI, A. Filosofia dil diritto. Roma: Ed. Roma, 1937, p. 131.
65 KIERKEGAARD, S. Gli atti dell amore. Milano: Rusconi, 1983, p. 195.
66 Ibíd., p. 206.
67 NIETZSCHE, F. Così parlò Zarathustra. Milano: Adelphi, 1968, p. 70-71.
68 Cfr. CHAUVET, E. L´amitie. Caen, 1904.
69 Cfr. MONTIER, E. De l´amitie. Paris, 1910.
70 Cfr. FAGUET, E. De l´amitie. Paris: Sansot, s.a., 1912.
71 Cfr. Mme. BARBIER-JUSSY, L. La vie de l´ amitie. 2ª ed. Paris, 1913.
72 La amplia tesis doctoral de Alfredo Álvarez Lacruz , Concepciones del amor. Libros que jalonan la historia del amor en el s. XX, Pamplona, Universidad de Navarra, 2005, estudia la concepción del amor de los siguientes pensadores de esa centuria: M. Scheler, J. Ortega y Gasset, D. von Hildebrand, J. P. Sastre, H. Marcuse, E. Fromm, M. Nédoncelle, G. Thibon y C. S. Lewis. A esos se podría añadir el trabajo de G. Thibon, Sobre el amor humano, Madrid: Rialp, 1965.
73 “En la esfera moral, es la voluntad quien posee la última palabra… Sin embargo, en muchos otros terrenos, es el corazón, más que la voluntad o el intelecto, el que constituye la parte más íntima de la persona, su núcleo, el yo real. Esto sucede así en el ámbito del amor humano: el amor conyugal, la amistad, el amor filial y paterno. Aquí, el corazón es el verdadero yo, no solo porque el amor es esencialmente una voz del corazón, lo es también en la medida en que el amor apunta de un modo específico al corazón del amado”. HILDEBRAND, D. VON. El corazón. Madrid: Palabra, 1996, p. 133.
74 Cfr. Sobre el problema de la empatía, prefacio. Trad. y notas de J. L. Caballero Bono. Madrid: Trotta, 2004.
75 Cfr. Vers une philosophie de l’amour et de la personne. Paris: Aubier- Montaigne, 1957.
76 Ortega escribió: “Desde ese fondo radical que es, sin remedio, nuestra vida, emergemos constantemente en un ansia, no menos radical, de compañía. Quisiéramos hallar aquel cuya vida se fundiese íntegramente, se interpenetrase con la nuestra. Para ello hacemos los más variados intentos. Uno es la amistad. Pero el supremo entre ellos es lo que llamamos amor. El auténtico amor no es sino el intento de canjear dos soledades”. ORTEGA Y GASSET, J. El hombre y la gente. Madrid, Revista de Occidente, 1980, p. 56-7.
77 Para García Morente, “la amistad no es sino secundariamente un sentimiento… Es una forma de vivir más que un sentimiento. El matiz sentimental se añade, pero no constituye ni la finalidad, ni el ejercicio, ni la condición de la relación amistosa”. GARCÍA MORENTE, M. Ensayos. Madrid, 1945, p. 37.
78 Zubiri escribe que “la amistad es una modalidad metafísica de la causalidad interpersonal”. El hombre y Dios. Madrid: Alianza Editorial, 1984, p. 207.
79 Para este pensador “la amistad estrictamente personal significa el encuentro de dos personas como tales, en su condición única, no intercambiable, proyectiva, capaz de imaginación y apertura”. Mapa del mundo personal. Madrid: Alianza Editorial, 1993, p. 109. Para él, el sentimiento, en concreto, la simpatía, es solo “el suelo en el que suele fundarse la amistad real”. Ibíd., p. 103. Pero lo que se vincula entre amigos es el “núcleo de las personas”. Ibíd., p. 111.
80 Cfr. NOBLE, HD. La amistad. 3ª ed. Pamplona: Desclée de Brouwer, 1957.
81 Cfr. Sobre la amistad. Madrid, Revista de Occidente, 1972.
82 “Al sincerarse… se adjunta la fe en el confidente: la confianza. Estamos en la pista segura sobre el oficio de la verdadera amistad, que es amistad de confidencia”. VÁZQUEZ DE PRADA, A. Estudio sobre la amistad. Madrid: Rialp, 1956, p. 222.
83 Cfr. Los cuatro amores. Madrid: Rialp, 1994.
84 Op. cit., p. 30. Con todo, esa opinión no es —por lo ya indicado— exactamente certera; tampoco netamente tomista.
85 Ya se ha indicado que para Tomás de Aquino la amistad es más que benevolencia. Se han anotado asimismo los matices con que deben entenderse esas otras características.
86 Op. cit., p. 243.
87 Ibíd., p. 299.
88 Op. cit., p. 151.
89 Ibíd., p. 156.
90 Ibíd., p. 176.
91 Ibíd., p. 177.
92 Ibíd., p. 185.
93Op. cit., p. 69.
94 Ibíd., p. 70.
95 “Este amor, libre del instinto, libre de todo lo que es deber, salvo aquel que el amor asume libremente, casi absolutamente libre de los celos, y libre sin reservas de la necesidad de sentirse necesario, es un amor eminentemente espiritual”. Ibíd., p. 89.
96 Ibíd., p. 101.
97 Cfr. BUBER, M. Yo y tú. Madrid: Caparrós, 1993; ¿Qué es el hombre? 13ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1986.
98 Op. cit., cap. XXI, No. 80, p. 97.
99 Cfr. Ibíd., cap. XXI, No. 81, p. 98; Ibíd., cap. XXV, No. 92, p. 105
100 Cfr. ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco, l. IX, cap. 9 (Bk 1169 b 4).
101 Cfr. POLO, L. Antropología trascendental. I. La persona humana. 2ª ed. Pamplona: Eunsa, 2003.
102 Cfr. POLO, L. Antropología trascendental. II. La esencia de la persona humana. Pamplona: Eunsa, 2003.103 Esto se pone en cuestión en la obra de ALBISETTI, V. Essere amici o avere amici? Milano: San Paolo, 1997.
104 Cfr. POSADA, JM. Lo distintivo del amar. Cuadernos de Anuario Filosófico, No. 191. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2007; POSADA, JM. - GARCÍA, I. “La índole intelectual de la voluntad y de lo voluntario en distinción con el amar”. Futurizar el presente. Málaga: Universidad de Málaga, 2003, p. 283-302.
105 “No llegará a ser nunca humano si no lo es ya entonces”. “Declaración sobre el aborto provocado”. Documenta. Congregación para la doctrina de la fe. Documentos publicados desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. Madrid: Palabra, 2007, No. 23, 95 a.
106 Cfr. MOLINA, F. “Sindéresis y voluntad: ¿quién mueve a la voluntad? Futurizar el presente, ed. cit., p. 193-212. Cfr. asimismo, mi trabajo: “La sindéresis o razón natural como la apertura cognoscitiva de la persona humana a su propia naturaleza. Una propuesta desde Tomás de Aquino”. Revista Española de Filosofía Medieval, 2003, No. 10, p. 321-333.
107 Cfr. POLO, L. El yo. Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, No. 170. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2004.
108 La naturaleza humana es más potencial, pasiva, que la esencia humana, menos susceptible de desarrollo y se pierde tras la muerte. En cambio, tras la muerte la esencia humana (con sus perfecciones: hábitos y virtudes) acompaña al acto de ser personal, porque no se puede escindir de él.
109 A nivel de lo inmaterial humano (esencia y acto de ser) somos distintos, es decir, más parecidos a los ángeles de lo que se suele sospechar. Recuérdese que Tomás de Aquino señalaba que los ángeles se distinguen entre sí no solo por sus actos de ser, sino también por sus esencias, indicando que cada ángel agota su especie. Cfr. TOMÁS DE AQUINO. De Veritate. 8. El conocimiento de los ángeles. Introducción, traducción y notas de AL. González y JF. Sellés. Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, No. 161. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2003.
110 Cfr. POLO, L. Antropología trascendental. Vol. I. La persona humana, ed. cit. Tercera parte: Los trascendentales personales, p. 203-245.
111 El polo subjetivo del método fenomenológico es el yo, pero para conocerlo hay que salir del método. Tal vez por ello tanto E. Stein como D. von Hildebrand, precisamente por estar más preocupados por la amistad y la intimidad personal, dieron un viraje en este punto de la fenomenología al realismo.
112 Superiores a la sindéresis son el hábito de los primeros principios y el de sabiduría.
113 En efecto, la humildad no es una virtud de la esencia humana, sino fruto en la intimidad personal del conocimiento de la propia intimidad y de la ajena. La confianza y fidelidad tampoco es de la esencia humana, sino del acto de ser personal; es la apertura cognoscitiva de cada intimidad a otra que la acepta. La amistad es, a nivel de voluntad, el influjo que realiza la confianza personal del conocer personal en ella.
114 Cfr. mi trabajo: “La amistad y el hábito de sabiduría”. D´AVENIA, M.- ACERBI, A. (eds.). Riflessioni sull´ amicizia. Roma: Edusc, 2007, p. 329-348.
115 Para Poliseno, la amistad se acompaña de unas determinadas virtudes: benevolencia, afabilidad, tolerancia, franqueza y confianza. Cfr. La amistad y sus virtudes. Madrid: San Paolo, 2001. Con todo, hay que indicar que, en rigor, se acompaña de todas las virtudes, pues al ser la más alta de ellas —lo más activo de la voluntad—, supone la existencia de todas las otras, sin las cuales no se da.
116 Cfr. TOMÁS DE AQUINO. In Ethic., lib. VIII, lec. 12, No. 22.
117 “Amicitia in quadam aequalitate consistit. Si igitur mulieri non licet habere plures viros, quia hoc est contra certitudinem prolis; liceret autem viro habere plures uxores: non esset liberalis amicitia uxoris ad virum, sed quasi servilis”. Id., S.C. Gentes, lib. III, cap. 124, No. 4.
118 CASTILLO, G. Op. cit., p. 86. Cfr. asimismo: Ibíd., p. 16.
119Cfr. ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco, l. VIII, cap. 1 (Bk 1155ª 17); Ibíd., cap. 12 (Bk1161 b 20 ss); Ibíd., cap. 12 (1162 a 5 ss y 17 ss). Por otro lado, Tomás de Aquino escribió: “tota amicitia propinquorum fundatur super amicitia patris ad filium; et ideo haec amicitia est major quam aliqua alia propinquorum. In hac autem amicitia quodammodo filii praeponuntur parentibus, quodammodo parentes filiis”. In III Sent., d. 29, q. 1, a. 7 co.
120 Cfr. Id., In IV Sent., d. 26, q. 2, a. 2 co; Ibíd., d. 40, q. 1, a. 3 co; S. Theol., II-II, q. 26, a. 11 ad 3. En otros lugares añade: “Amicitia viri ad uxorem est naturalis”. In IV Sent., d. 41, q. 1 a. 1 qc. 1 co. “Inter virum autem et uxorem maxima amicitia esse videtur”. S.C. Gentes, lib. III, cap. 123, No. 6. “Si autem comparemus coniunctionem ad coniunctionem, constat quod coniunctio naturalis originis est prior et immobilior, quia est secundum id quod pertinet ad substantiam; aliae autem coniunctiones sunt supervenientes, et removeri possunt. Et ideo amicitia consanguineorum est stabilior. Sed aliae amicitiae possunt esse potiores secundum illud quod est proprium unicuique amicitiae”. S. Theol., II-II, q. 26, a. 8 co. La razón de su permanencia estriba en que la amistad es una virtud, y esta es difícilmente removible. Cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 3, Nos. 16 y 18; Ibíd., lec. 4, No. 8.
121 Cfr. In Ethic., lib. VIII, lec. 7, Nos. 2, 3, 4; Ibíd., lib. VIII, lec. 8, No. 9.
122 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 12, No. 14; Super Io., cap. VIII, lec. 5.
123 “Fratres se amant adinvicem ex eo quod ab eisdem nascuntur”. In Ethic., lib. VIII, lec. 12, No. 11.
124 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 12, No. 13.
125 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 12, No. 8.
126 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 11 Nos. 2, 3, 5, 6.
127 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 11, No. 8.
128 Cfr. Ibíd., lib. VIII, lec. 12, Nos. 4, 5.
129In Politic., lib. II, lec. 3, No. 5.
130 “Amicitia est virtuosorum. Pauci autem sunt tales propter difficultatem attingendi medium”. In Ethic., lib. VIII, lec. 3, No. 20.
131 CASTILLO, G. Op. cit., p. 11. Cfr. asimismo: FOPPA PEDRETTI, C. Essere amici. Percorsi di eduazione. Milano: Vita e Pensiero, 2002.
132 Ibíd., p. 15.
133 De modo contrario a la actual tendencia de los adultos que desean permanecer prolongadamente en la juventud y comportarse como tales, hay que ver la juventud (así como la educación y la psicología de las diversas edades tempranas) como medio o etapas para alcanzar la madurez: no es pertinente estudiar la juventud como fin.
134 Por lo demás, tras haber subido, es pertinente relativizar en buena media el yo ideal, el propio y el ajeno. Los más amigos son los que más alcanzan a conocer su intimidad o acto de ser personal, relativizando el proyecto idealizado de yo y sus manifestaciones.
135 Suele decirse que en la amistad tiene prioridad el aportar sobre el recibir. Sin embargo, esos aspectos son propios del nivel de las manifestaciones humanas. En cambio, a nivel de intimidad personal, hay que indicar que las dimensiones del amor personal son dar y aceptar, y que de entre esas dos, la superior es aceptar, puesto que somos criaturas.
Bibliografía ABELARDO, P. Insegnamenti al figlio. Trad. it. de G. Ballanti. Roma: Armando, 1993. AGUSTÍN DE HIPONA. Obras completas. Madrid: BAC, 1983-2002. Contra Académicos; Sermón, p. 299. ALAIZ, A. Amicizia, un dono per vivere. Milano: San Paolo, 1991. ALBERONI, F. L´amicizia. Milano, 2002. ALBISETTI, V. Essere amici o avere amici? Milano: San Paolo, 1997. ALONSO, A. Ser amigos. Eiunsa: Barcelona, 1997. ÁLVAREZ LACRUZ, A. Concepciones del amor. Libros que jalonan la historia del amor en el s. XX. Tesis doctoral. Pamplona: Universidad de Navarra, 2005. ARISTÓTELES. Ética a Nicómaco. Madrid: Gredos, 1985. BALDINI, M. Che cos´ è l´amicizia. Roma: Armando, 1998. BALDINI, M. La storia dell´amicizia. Roma: Armando, 2001. BANATEANU, A. La théorie stoïcienne de l´amitie. Fribourg: Cerf, Editions Universitaires de Fribourg, 2001. BARBIER-JUSSY, L. La vie de l´ amitie. 2ª ed. Paris, 1913. BUBER, M. Yo y tú. Madrid: Caparrós, 1993. BUBER, M. ¿Qué es el hombre? 13ª reimp. México: Fondo de Cultura Económica, 1986. CASTILLO, G. La educación de la amistad en la familia. 3ª ed. Pamplona: Eunsa, NT, 1992. CHAUVET, E. L´amitie. Caen, 1904. CICERÓN, MT. La amistad. Madrid: Trotta, 2002. D´AVENIA, M. - ACERBI, A. Riflessioni sull´amicizia. Roma: Edusc, 2007. DE GUIDO, S. Amicizia e amore. Verona: Il Segno, 1989. DESCARTES, R. Le pasioni dell´ anima. Laterza, 1996. DI VITA, A. L´amicizia tra gli adolescente. Saggio di pedagogía fondamentale. Tesi dottorale. Pamplona, 2007. La educación de la amistad: una aproximación conceptual Educación y Educadores, volumen 11, No. 1 165 FAGUET, E. De l´amitie. Paris: Sansot, s.a., 1912. FOPPA PEDRETTI, C. Essere amici. Percorsi di eduazione. Milano: Vita e Pensiero, 2002. FRAISSE, J-Cl. Philia. La noción d´amitie dans la philosophie antique. Paris: Vrin, 1974. GALLI, N. L´amicizia. Milano: Vita e Pensiero, 2004. GARCÍA MORENTE, M. Ensayos. Madrid, 1945. GARZONIO, M. La vita come amicizia. Milano: San Paolo, 2007. GHISLENI, M. Dinamiche dell´amicizia. Milano, 2006. HILDEBRAND, D. VON. El corazón. Madrid: Palabra, 1996. JALIFF, A. La amistad como comunicación y consenso político en Aristóteles. Tesis doctoral. Pamplona: Universidad de Navarra, 1997. KIERKEGAARD, S. Gli atti dell amore. Milano: Rusconi, 1983. KONSTANT, D. Friendship in the classical world. Cambridge: Cambridge University Press, 1997. KRACAUER, S. Sull´amicizia. Genova: Marietti, 1990. LAÍN ENTRALGO, P. Sobre la amistad. Madrid, Revista de Occidente, 1972. LEEP, I. Natura e valore dell´amicizia. Milán: Paulina, 1967. LEWIS, CS. Los cuatro amores. Madrid: Rialp, 1994. LORRAINE, P. Aristotle and the philosophy of friendship. Cambridge-New York: Cambridge University Press, 2003. MAJO, A. Amicizia. Milano: San Paolo, 2000. MARÍAS, J. Mapa del mundo personal. Madrid: Alianza Editorial, 1993. McNAMARA, MA. L´amitié chez Saint Augustin. Paris, Lethilleux, 1961. MOLINA, F. “Sindéresis y voluntad: ¿quién mueve a la voluntad? Futurizar el presente, ed. cit., p. 193-212. MONTIER, E. De l´amitie. Paris, 1910. NÉDONCELLE, M. Vers une philosophie de l’amour et de la personne. Paris: Aubier-Montaigne, 1957. NIETZSCHE, F. Così parlò Zarathustra. Milano: Adelphi, 1968. NOBLE, HD. La amistad. 3ª ed. Pamplona: Desclée de Brouwer, 1957. ORTEGA, J. El hombre y la gente. Madrid, Revista de Occidente, 1980. PAKALUK, M. Other selves. Philosophers on friendship. Indianapolis: Hackett Publishing Company, 1991. PLATÓN. Lisis. Obras completas. Madrid: Aguilar, 1966. POLISENO, A. La amistad y sus virtudes. Madrid: San Paolo, 2001. POLO, L. Antropología trascendental. I. La persona humana. 2ª ed. Pamplona: Eunsa, 2003. POLO, L. Antropología trascendental. II. La esencia de la persona humana. Pamplona: Eunsa, 2003. Juan Fernando Sellés 166 Universidad de La Sabana, Facultad de Educación POLO, L. “La amistad en Aristóteles”. Anuario Filosófico. Pamplona, XXXII/2, 1999, p. 477-485. POLO, L. El yo. Cuadernos de Anuario Filosófico, Serie Universitaria, No. 170. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2004. POSADA, JM. - GARCÍA, I. “La índole intelectual de la voluntad y de lo voluntario en distinción con el amar”. Futurizar el presente. Málaga: Universidad de Málaga, 2003, p. 283-302. POSADA, JM. Lo distintivo del amar. Cuadernos de Anuario Filosófico, No. 191. Pamplona: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra, 2007. RIVA, A. Amicizia. Milán: Áncora, 1975. RIZZERIO, L. “Clement d´Alexandrie et la filia chrétienne”. Amor amicitiae: On the love that is Frindship. AF. Kelly-PhW. Rosemann (eds.). Leuven-Paris-Dudley: Peeters, 2004, p. 379-407. ROSMINI, A. Filosofia dil diritto. Roma: Ed. Roma, 1937. ROSSEMANNN, PhW. “Fraterna dilectio est Deus: Peter Lombard´s Thesis on Charity”. Amor amicitiae: On the love that is Frindship. Amor amicitiae. AF. Kelly-PhW. Rosemann (eds.). Leuven-Paris-Dudley: Peeters, 2004, p. 409-436. ROUSSEAU, JJ. Emilio. Roma: Armando, 1995. SAN AMBROSIO. Sancti Ambrosii, mediolanensis episcopi, Opera omnia, juxta editionem monachorum S. Benedicti. Pariis: Gauthier Fratrem et Soc. Bibliopolas, 1836, El deber. SAN AMBROSIO. Sobre diversas cuestiones. SCHOPENHAUER, A. I due problema fondamentali dell´etica. Torino: Boringhieri, 1961. SCHWARTZ, D. Aquinas on friendship. Oxford: Clarendon Press, 2007. SELLÉS, JF. “La sindéresis o razón natural como la apertura cognoscitiva de la persona humana a su propia naturaleza. Una propuesta desde Tomás de Aquino”. Revista Española de Filosofía Medieval, 2003, No. 10, p. 321-333. SELLÉS, JF. “La amistad y el hábito de sabiduría”. D´AVENIA, M.- ACERBI, A. (eds.). Riflessioni sull´ amicizia. Roma: Edusc, 2007, p. 329-348. SÉNECA. Cartas a Lucilio. Obras completas. Madrid: Aguilar, 1966. STEIN, E. Sobre el problema de la empatía, prefacio. Trad. y notas de JL. Caballero Bono. Madrid: Trotta, 2004. STERN-GILLET, S. Aristotle´s philosophy of friendship. Albany: State University of New York Press, 1995. THIBON, G. Sobre el amor humano. Madrid: Rialp, 1965. TOMÁS DE AQUINO. Opera Omnia, Index Thomisticus. Web de E. Alarcón. VARIOS. Documenta. Congregación para la doctrina de la fe. Documentos publicados desde el Concilio Vaticano II hasta nuestros días. Madrid: Palabra, 2007, No. 23, 95 a. VÁZQUEZ DE PRADA, A. Estudio sobre la amistad. Madrid: Rialp, 1956. VERNON, M. The philosophy of friendship. New York: Palgrave Macmillan, 2005. VOLTAIRE, FMA. Dizionario filosófico. Roma: Newton Compton, 1991. ZUBIRI, X. El hombre y Dios. Madrid: Alianza Editorial, 1984. |